La finca podía decirse que era un “ser vivo” en decrepitud porque cambiaba a marchas forzadas por la acción de los críos.
Era un solar enorme rodeado por un gran muro alto. Cuando yo tuve consciencia de él su caserón ya no tenía cubierta que ya se había venido al suelo. Me da la sensación (y la fotografía creo que lo corrobora) de que tenía un bajo, un primero y un bajocubierta. Si mal no recuerdo quedaba un resquicio del suelo de la primera planta al que se subían los más osados a través de la viguería que se desparramaba hasta la planta baja.
Nos colábamos por sus puertas y ventanas esquivando los cascotes y presenciando su interior como si fuese una radiografía de un paciente. En el entorno había un tipo de árbol singular: palmeras. Si mal no recuerdo eran lo suficientemente altas como para que no pudiésemos llegar los críos a sus ramas por eso no sé cuál era el artificio por el que llegaban a caer las ramas en nuestras manos. Lo mismo alguna era más baja de lo que pienso.
Pero La Finca tenía, además, un amurallamiento muy grande. Los muros eran también un lugar de juego de los chavales. Nos subíamos a ellos y los desmoronábamos desgastando las uniones de sus piedras sin ser asequibles al desaliento.
La foto ya no lo refleja, pero creo recordar que en los primeros años había bastante arboleda en la parte alta (al lado contrario del que estaba la casa) de la parcela. Y parece venirme a la cabeza la imagen de un chaval cabalgando la parte alta del muro, que estaba apuntado, mientras uno de estos árboles se le venía encima porque, del lado interior, había alguien, seguro que otros chavales que se regodeaban en echar abajo un tronco del que su propietario se había desentendido. La cosa no llegó a más porque el grosor del tronco no era mucho. Pero creo que el peligro que suponían quizás fuese la “sentencia de muerte” para el resto de los árboles.
El muro también nos surtía de lagartijas que se metían por los resquicios de sus piedras y disfrutaban del solazo que daba en él todo el día, unas veces en un lienzo, otras en otro. Allí, antes de que los documentales de “La 2” de televisión española nos ilustrase sobre la capacidad que tenían las lagartijas de perder la cola y regenerarla, ya nosotros lo podíamos contemplar. Y como embobados quedábamos cuando todo lo que podíamos capturar del animal era esa cola que, aún careciendo de cabeza regidora, se movía y se retorcía como si fuese capaz de vivir por sí misma.
NOTA DEL 5 DE OCTUBRE, 2016
Resulta que daba por desaparecido todo el muro de cierre de la gran propiedad que llamábamos “La Finca” pero no es así. Quedan unos 10 ó 15 metros de largo que apenas levantan un metro como máximo del mismo… ¡Pero ahí está!
AMPLIACIÓN DEL 23 DE NOVIEMBRE 2016.
El lugar donde están el niño y la niña estaba un poco por debajo del caserón que yo ya conocí en ruinas. La zona tenía varios setos que no tardaron en “complicarse” en zarzales. En ellos me permitía torturar la gran cantidad de arañas que tendían sus telas. Lo que no recordaba es que al lugar se llevase alguna vaca pero ahí está la prueba de que sí. Al fondo, a la izquierda, la construcción es el colegio Ángel de la Guarda.
COMPLEMENTOS DEL 16 DE DICIEMBRE DE 2016
Nuevos hallazgos me ayudan a certificar que “La Finca” en la que tanto jugué fue un espacio con una gran masa boscosa. En esta ocasión he dado con fotos en blanco y negro pero también en color, tomadas ambas desde la lejanía de la zona de Las Jubias, una de ellas, a todas luces, aérea.
En la de color se puede comprobar perfectamente cómo había una masa de árboles en la parte baja de la finca y otra en la parte alta. Para que os situéis: el número “1” es el colegio Ángel de la Guarda y el “2” es la carretera de El Pasaje.
AMPLIACIÓN DEL 20 DE DICIEMBRE DE 2016
Me llega una foto que se sale un poco de fecha pero que da fe de un pequeño rincón entre tapias que era muy estimado por estar protegido del viento del oeste. Ya no estaba en la parte alta del Campo del Moro y a un lado lo amparaba el murallón de «La Finca» y perpendicular a éste, otras tapias, algo más pequeñas de las huertas de pequeñas casas. Así las cosas era más tranquilo para hacer los fuegos de las churrascadas.
En la siguiente foto señalo en rojo el muro de La Finca, en amarillo el muro de las pequeñas parcelas que se ve detrás de los chicos.
AMPLIACIÓN DEL 5 DE MAYO 2017.
Una foto aérea que me han facilitado en la Demarcación de Costas permite percibir bien el volumen y el lugar que ocupaba el chalet en la finca. Me sorprende lo cerca que se ve de las casas de la calle José María Hernánsaez. En la foto que coge la zona con mayor amplitud puedo deciros que la izquierda en la parte baja es el lugar de el Mirador de Os Castros y la glorieta que distribuye el tráfico. Ese otro caserón que se ve en sus inmediaciones es Villa Clemencia.
Hola. Yo viví en la calle José Mª Hernánsaez y en aquella época era una calle sin salida porque estaba el muro de la finca tapando la futura calle. Muro que tal y como comentas en «episodios» anteriores nos dedicábamos a ir derribando poco a poco todos los niños de la zona. También recuerdo que nos colábamos dentro de la finca y que había una casa en ruinas y dos palmeras muy grandes delante de la casa.
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Yo también vivía en José Mª Hernansáez, esquina Los Caídos, en el edificio alto de Claudio San Martín.. En aquellos tiempos se llamaba Monte das Moas. Y es cierto, al final de las casas de Claudio Sanmartín estaba ya el muro. Y si la memoria no me falla, el último bajo de esas casas estaba abierto, no tenía tabiques, y atravesábamos por debajo de la última casa.
otra cosa que me está llamando la atención, es que a esa finca rodeada por el muro, es a la que llamábamos la huerta del moro. Lo que aquí citáis como el campo del moro, lo llamábamos el campo de los surcos (pues en su día fué un sembrado de patatas) y allí llegó a jugar el Atlético Los Castros.
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A mí de toda la historia del «Campo del Moro» (que es como quería llamar en principio a este blog) lo que me llama la atención es cómo se esfumó en la niebla de los tiempos ese nombre. Y, sin embargo, por tu artículo y las declaraciones de otras personas, resulta que hace unas décadas esa palabra «moro» parecía impregnar el barrio. De ello saco la conclusión de que esas acepciones estaban vinculadas al «poder» de la gigantesca finca y chalet de la familia González Moro en Os Castros, de manera que al irse la familia de ahí su influencia desapareció.
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La finca estaba en el terreno que hoy ocupan el centro de salud y la guardería que está más arriba.
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Creo que estáis equivocados. La finca «del Moro» era la de una casona que había entre la avenida de Los Caídos, la glorieta de Los Castros y la calle de la Merced. O sea, el edificio Trébol y su trasera que es la primera casa de la Merced a mano derecha entrando por Los Caídos. La del Moro la tiraron antes de que pudiéramos entrar a La Finca.
Yo también soy del 64, vivía en las casas más viejas de la calle (camino) Monte das Moas y estudié en el Ángel de La Guarda. Mi madre vivió en Monte das Moas (ya en la parte nueva) hasta hace cuatro años (mi padre murió unos años antes) y he seguido visitando el barrio.
Soy Cambón, compañero de José Carlos Alonso en el colegio. Aprovecho para saludarte (qué alegría saber de ti).
De La Finca yo también tengo muy buenos recuerdos. Yo estaba en una pandilla en la que estaba un chaval que tenía las llaves (los dueños se las dejaron tras su marcha), unos meses antes de que la abrieran al público y empezáramos a derribar la muralla. El chaval era el hijo del dueño de un bar que estaba enfrente del de Edelmiro (pegado al colegio). Esa pandilla la pudimos disfrutar en exclusiva durante eses meses (tal vez solo unas semanas). Fue en 1976. En el verano, coincidiendo con las Olimpiadas de Montreal ya abrieron el portalón para todo el mundo. Lo recuerdo porque en la pandilla organizamos nuestra propia olimpiada dentro de La Finca. Una época muy feliz para mí.
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Un saludo Cambón. Hacía «eones» de tiempo que no sabíamos uno de otro. Recuerdo que la última vez que nos vimos estaba yo haciendo dedo para volver a Coruña de no sé dónde. El lugar era la Nacional VI cerca de Guitiriz. A lo que voy. En mi infancia hay un concepto clarísimo que era «el campo del moro» y este lugar era, ni más ni menos, la «explanada» (un poco inclinada) donde se jugaba al fútbol. Es el lugar que hoy ocupa el instituto Monte das Moas. Para mí esa acepción se extendía un poco más allá del propio terreno de jugar al fútbol, por los aledaños descampados donde jugábamos los más pequeños a cualquier otra cosa oteados por nuestros mayores. Por supuesto que estaba la «finca», «cerrado» o como lo quieras llamar del chalet de la familia Moro enfrente de la actual glorieta de Os Castros pero, curiosamente, de pequeño yo no tuve la más mínima constancia (al menos recuerdo) de ese lugar. Desapareció muy rápido para dar paso a bloques de edificios. Con lo cual tenemos dos lugares distintos en cuya denominación figura la palabra «moro». Te sugiero veas la entrada de este mismo blog: «Meriendas en el campo del moro». Creo que te aportará más información al respecto. Y otra cosa (…proselitismo….) ahora trabajo con un grupo de personas que busca recuperar memorias y fisonomías del barrio décadas atrás para lo que nos resultan muy útiles las fotos de los álbumes familiares. Puede uno pensar que no tiene fotos que se hiciesen al entorno porque, cuando eramos niños, cada una valía un potosí pero, en ocasiones, alrededor de la gente que es motivo de la foto pueden aparecer los paisajes y rincones del barrio que hoy ya no están de esa guisa. Te sugiero tengas una jornada «melancólica» y mires fotos de tu pasado (o del de tu familia) escudriñando qué se ve en ellas. En particular te diré que más que el chalet de la familia Moro (del que hemos conseguido alguna vista) lo que interesa a la memoria del barrio son las ruinas del chalecito sobre el que se asienta la actual oficina de correos. A ellas acudíamos a jugar los críos a la salida del colegio en montones. Esas ruinas están mucho más grabadas en nuestra infancia que la ostentosa casa de Os Castros. El objetivo de esta recopilación de material es llegar a crear una gran exposición en el centro cívico de San Diego. Gracias por atender la largura de esta perorata.
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Sí, lo de las fotos ya lo había pensado y voy a buscar a ver qué puedo recuperar. Lo de la finca del moro puede ser que se lo llamarais los de la «zona de arriba» de Monte das Moas (Castrillón).
Mi padre nació en el nº 28 de la calle Monte das Moas en 1931 y toda su vida vivió en esa calle (en tres casas diferentes) y nunca le llamó a ese espacio campo del Moro; tampoco nadie del núcleo original de Monte das Moas (nº 24 a 34). Yo viví allí desde que nací hasta los 33 años y me relacionaba con gente de allí. Los compañeros del colegio (Raúl, Regueiro, Kiko, Carballeira, los Orgeira, etc.) tampoco le llamaban así y era nuestra zona habitual de juegos, sobre todo los partidos de fútbol.
Es posible que ocurra como con el campo de Pirelli. Es cierto que los chavales de fuera le llamaban así por el famoso anuncio (he visto la foto y me parece increíble), pero los chavales del barrio le llamábamos «campo de Lon». Curiosamente algunos mayores del barrio nos decían «Ise campo nunca foi de Lon». Supongo que con lo del Moro pasará parecido, tendrá nombre diferentes según para quién.
Estamos en contacto. Un abrazo.
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Yo soy del 59, por lo que recuerdo perfectamente tanto la casa con su cierre de piedra y sus árboles, a la que se refiere Camión, como la finca amurallada donde se encuentra hoy el centro de salud. A ambas propiedades, luego separadas por la Av de Los Caídos, las conocíamos con el nombre de la finca del moro. Lo que estaba fuera de la muralla, como el patatal donde se jugaba al fútbol, ya era ajeno a la denominación del moro.
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Perdón, Cambón, el corrector del móvil te cambió el apellido.
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Hola, veo que comentais referente a una finca o campo de Moro, quería deciros que a mí parecer ese nombre se puede deber seguramente al origen castrexo del barrio en muchas zonas se decia que en los yacimientos castrexos habitaban unos seres parecidos a lo hoy en dia conocemos como trols que estaban metidos en la tierra y que tenian multiples tesoros. Esos seres eran os Mouros que con la castellanización quedaria en Moros. Que no tiene nada que ver con el origen de la palabra.
Por lo tanto imagino que el nombre vendrá de ahí ya que dudo que tuviera nada que ver con moros referentes a raza de ningun habitante.
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Como ya hemos hablado el tema en facebook no me voy a extender mucho pero a mí sigue pareciéndome sospechoso que, pudiendo tener una vinculación tan antigua, el nombre desapareciese «de la faz de la tierra». Llegué a Coruña en 1969 con 5 años. Mientras fui escolar de EGB no escuchaba hablar de «Monte das Moas». Para mí ese nombre no significaba nada. Pero bastó unos años para que sucediese todo lo contrario, el nombre «Campo del Moro» fue el que cayó en desuso y el otro reapareció. Cada vez estoy más convencido de que esa denominación tuvo que ver con la política y que se sostuvo mientras que la familia Gozález-Moro y el franquismo residieron en el barrio y en España. Asentada la democracia las aguas volvieron a su cauce. Es sólo una opinión porque de la familia Moro no he conseguido ninguna declaración que les vincule a la nomenclatura de ese «Campo del Moro».
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Gracias por la respuesta, seguiré buscando a ver si de casualidad encuentro algo al respecto. Ojala se encontrase algo sobre el Fuerte de Valparaíso o sobre el castro que algún día corono el monte.
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