De niño casi con cualquier cosa en tu mano te creías el rey del mundo. Cuando el otro día caminaba por la calle y en el suelo vi una «E» de metal oxidado mi mente retrocedió a mi infancia… y son como 50 años de retroceder. Entonces no era tan extraño ver una «E» tirada en cualquier rincón de la barriada de Monte das Moas. Si supe que eran ya no me acuerdo. El caso es que yo les otorgaba relevancia sólo por su forma, sólo por ser una letra mayúscula. Y me gustaban más cuando eran sólo una lámina fina porque resulta que la naturaleza del objeto es ser un mazacote de metal compuesto por muchas «Es» pegadas. Ser tanto metal tenía un valor añadido más allá del que yo le podía otorgar. Servía para llevar a la «ferranchina» a que te diesen unas pesetas por él y eso es lo que hacían algunos chavales en el barrio.
Lo que he llegado a saber es que el elemento formaba parte de un transformador de voltaje ya que hace 50 años todavía quedaban muchos electrodomésticos que funcionaban a 125 voltios cuando el suministro ya era a 220 y, por tanto, necesitaban un transformador: ese mazacote de «Es». Tirados los aparatos por cualquier parte lo que resistía al paso del tiempo de mejor manera eran esos transformadores.
