Eran dos. Uno comunicaba la zona de Casablanca con la “aldea” de Las Jubias y el otro también Casablanca con Eirís aunque cualitativamente eran muy distintos. El primero muy estrecho y peligroso para internarse en él, el segundo, más ancho, permitía que los osados que se aventurasen en la oscuridad no pusiesen en peligro sus vidas.
El ancho estaba más a mano y era una prueba de hombría cruzarlo. Yo me interné varias veces en él un trecho pero nunca con el suficiente ánimo para completar el trayecto. Al ser el trazado curvo la perspectiva no era halagüeña porque te internabas en la oscuridad sin atisbar el otro extremo.
Luego estaba la “amenaza” de “la revisora”: una máquina de tren que hacía el recorrido por las vías patrullando para “cazar” a los chavales que osasen internarse en los túneles. Hoy supongo que eso era mentira y no respondía más que al necesario trasiego de unidades de la Estación del San Cristobal a la Estación del Puerto, pero en aquel momento nos asustaba lo suficiente para disuadir a muchos.
Pero el túnel, aún no entrando en él, tenía un atractivo añadido: el agua que corría por sus cunetas de cemento con la que nos gustaba jugar represándola con el propio balastro de las vías.
Lo de poner chapas o puntas en los raíles de las vías para que los trenes las aplastasen también estaban a la orden del día.
NOTA DEL 13 DE OCTUBRE 2016
Pensé que recordaba menos cosas de estos lugares pero el hecho de acercarme a ellos y hacer fotografías me ha refrescado la memoria.
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TÚNEL DE CASABLANCA: Como podéis ver en las líneas rojas de las fotos, accedíamos a él y las vías por un sendero que bajaba desde la zona de la Nacional VI. Hoy está impracticable, ocupado por la maleza pero en su día era muy cómodo. La primera cosa que se puede pensar al acercase a la boca del túnel es que “falta” una vía del tren. El túnel es tan ancho que seguramente se construyó para que, a la derecha, pudiese albergar otra vía. Esta circunstancia es muy importante porque fue la razón por la cual los críos podíamos adentrarnos en el mismo “sin peligro”.
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En cuanto me metí dentro constaté que ya no da tanto miedo como antaño porque tiene iluminación artificial, antes era “oscuro como la boca de un lobo”…. Y frío. La sensación era mucho más llamativa en verano por el contraste de temperaturas entre el exterior y el interior.
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Sobre estos raíles es que poníamos las cosas que nos gustaría que los trenes aplastasen. Pero lo que realmente impactaba en nuestro cerebro era el “cambio de vías”. Especulábamos con el terrible daño que se podía hacer si metíamos piedras entre las vías que debían cambiar de posición uniéndose. Suponíamos que podíamos provocar un descarrilamiento. No sé si el sistema tendría algún dispositivo de alarma que avisase al tren que viniese de que la operación de ajuste de los raíles no se había resuelto satisfactoriamente porque, de lo contrario, el peligro era realmente grande para los convoyes. Nunca vi que nadie se atreviese a meter piedras en ese lugar tan peligroso. Lo que no podíamos evitar es que la operación de cambio de vías nos encogiese el corazón cuando estábamos por la zona jugando porque, de buenas a primeras, se escuchaba el potente ruido de los metales moviéndose. El acontecimiento nos avisaba de que en breve pasaría un tren o una locomotora.
(Nota del 2016-11-22- Antonio López Vázquez ha hecho llegar la siguiente consideración al blog: «Quiero aclararte que el cambio de agujas lo tendría que hacer manualmente una persona que desde luego detectaría la presencia de alguna piedra que impidiese que el raíl que se desplaza se acoplase perfectamente al otro. Hoy día el cambio es automático y si se colocase una piedra el sistema lo detectaría. En conclusión la posibilidad de provocar un descarrilamiento con esa “chiquillada” se me antoja muy remota sino imposible.» Cuando Antonio dice «hoy día», según mis recuerdos, era ya cuando yo me acercaba hasta las vías, claro que yo no estaría al pie de esas vías con los 5 años con que desembarqué en Coruña y más me acercaría a tener los 13 años con que terminé el colegio, allá por el 1977. Diría que no me equivoco al recordar que, sin que nadie apareciese por el lugar escuchábamos el ruido del sistema automático y lo mismo sí fuimos lo bastante brutos como para poner piedras o similares en medio y, si no pasó nada, fue por la razón que Antonio explica)
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Yo si que he cruzado bastantes veces el túnel que llevaba a Eirís. Y como bien dices, no tenía iluminación artificial, y al ser en curva, había un tramo que lo cruzabas en absoluta oscuridad, pues no veías ninguna de las dos entradas. Era la parte emocionante. Y más emocionante se ponía cuando notabas el retumbar de un tren acercándose, y veías reflejado en las paredes mojadas del túnel, el haz del faro de la locomotora. Tenías que saltar de la vía y arrimarte bien a la pared.
También solíamos poner puntas en las vías, que al pasar el tren sobre ellas, quedaban planas y parecían hojas de espada en miniatura.
Eso, si entre que las ponías y llegaba un tren, no pasaba el guardavías, empleado de RENFE, que iba repasando que no hubiese objetos en las vías, en esas zonas que bien sabía que eran accesibles a los chavales y sus trastadas.
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Hola, me llamo Jose y también he cruzado muchas veces ese túnel. A mis amigos y a mi nos gustaba mucho hacerlo. Recuerdo que llevábamos linterna para movernos en su semioscuridad, Recuerdo los refugios que tenia a largo de sus paredes , en su parte recta, cada 200 o 300 metros. Unos estaban secos y otros tenían filtraciones de agua. En ellos jugábamos a las cartas, fumábamos nuestros primeros pitillos y hasta poniamos velas para tener luz.
Que emoción todo eso. Cuando venia un tren…las vibraciones de aquello, la luz del convoy, el ruido infernal…las chispas de algunas ruedas…que sensación.
El peligro de toparse alli dentro, con jitanillos o ladronzuelos…El único semáforo, antes de la curva. Y sobre todo contemplar lo diminuta que se veía la salida del lado del Liceo. Es un túnel muy largo, y por mas que caminabas la salida parece que no llegaba. Creo que tiene varios kilómetros.2,3?
Su humedad, su eterna corriente de aire. Cuantas emociones, cuantos recuerdos…
Despues, en Lavedra había otro túnel de la, muy cortito, y antes de la estación había un último túnel con mucho mas tráfico. Con el de las Jubias nunca me atreví. Era mortal su estrechez.
Como curiosidad, comentaros que en la portada del libro «Los muertos viajan deprisa» de mi amiga y escritora Nieves Abarca, y que a su vez también es coruñesa, sale el interior de este túnel, tan tétrico.
Un saludo, colegas.
Jose del 67.
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Un placer poder leer tu comentario. El comentario de alguien que se atrevió a cruzar el túnel. Yo no lo hice, como bien puedes leer en el artículo. Un apunte «dimensional». Ese túnel no alcanza el kilómetro. En Google se puede medir de boca a boca y da 906,77 metros, con algo de curva que hace se acercará al kilómetro pero…. cuando eras crío y con esas emociones…. bien podía parecer que salías en las antípodas del planeta.
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Hola
Me han gustado mucho vuestras historias sobre esos dos túneles.
Soy un ferrolano muy apegado sentimentalmente a vuestra Ciudad. A lo largo de mi vida he cruzado muchas veces esos túneles a bordo de los Ferrobuses y Ómnibus tirados por Alco 1800 y 2100.
Recuerdo el semáforo azulado en dirección a Betanzos en el amplio Túnel de Casablanca y que en el de las Jubias, a la mitad aproximadamente, el tren resonaba mucho más, tal vez por una menor longitud de los carriles o por la naturaleza de la bóveda..
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Hola.
Me han gustado mucho vuestras historias sobre ambos túneles.
Soy un ferrolano muy apegado sentimentalmente a La Coruña. He cruzado muchas veces esos túneles a bordo de lo Ferrobuses y Ómnibus tirados por las Alco 1800 y 2100, alguna vez en Ter y Camello.
Me recuerdo del semáforo azulado cerca de la boca del amplio Túnel de Casablanca, lado Betanzos y del estruendo que producía el tren aprox. en medio del Túnel de Las Jubias; tal vez por unos carriles más cortos o por un tramo de bóveda diferente al resto.
La
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En Ferrol, tenemos el Túnel de la Malata, del ancho del de Las Jubias; También lobrego y con forma de bastón. Va desde la EEFF al Puerto y Arsenal y apenas se usa.
Por los 60s había un vagabundo con muy mala uva viviendo en una garita, murcielagos y humedad; un sitio muy acogedor…
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